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Gaza: el día a día de las familias bajo los bombardeos y el colapso humanitario.

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En medio de escombros, humo y un constante estruendo de explosiones, miles de familias palestinas en la Franja de Gaza luchan cada día por sobrevivir. Con los ataques aéreos intensificándose y el acceso a alimentos, agua y atención médica prácticamente colapsado, la vida cotidiana se ha convertido en una batalla desesperada por la subsistencia.



“Vivimos al borde del abismo”

Aisha Hamad, madre de cinco hijos, vive en lo que queda de su hogar en Rafah. Su casa fue parcialmente destruida durante un bombardeo nocturno. «Dormimos con los zapatos puestos por si tenemos que huir en la madrugada», cuenta. “A veces no comemos en todo el día. Solo intento mantener a mis hijos vivos”.

Según datos de organismos humanitarios, más del 80% de la población en Gaza ha sido desplazada desde el inicio de la escalada militar en octubre de 2023. Muchos viven en escuelas, hospitales colapsados o improvisados refugios, sin acceso a servicios básicos.

Sin agua ni pan

Las infraestructuras críticas, como plantas de tratamiento de agua y redes eléctricas, han sido severamente dañadas. “El agua potable es más difícil de conseguir que un refugio”, afirma Yusef al-Kurd, voluntario de un centro comunitario en el norte de Gaza. “La mayoría bebe agua contaminada porque no hay otra opción”.

El sistema de distribución de alimentos también está colapsado. Panaderías y mercados han cerrado o fueron destruidos. Las familias dependen de la escasa ayuda humanitaria, cuando logra ingresar al territorio. «Nos reparten arroz y lentejas, pero no tenemos con qué cocinarlos», añade Yusef.

Niños bajo fuego

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La situación es especialmente crítica para los niños. De acuerdo con UNICEF, más de la mitad de los menores en Gaza padecen desnutrición aguda. “Mi hija de tres años pesa lo mismo que cuando tenía uno”, lamenta Aisha. “No hay leche, ni pañales, ni medicinas”.

Las escuelas están cerradas, muchas transformadas en refugios o convertidas en ruinas. “La infancia de nuestros hijos se ha perdido bajo los escombros”, dice un maestro que ahora trabaja como voluntario sanitario.

Una población atrapada

Los corredores humanitarios son intermitentes y, en muchas ocasiones, inseguros. Las fronteras permanecen cerradas para la mayoría. Sin posibilidad de huir, las familias hacen lo que pueden: comparten lo poco que tienen, improvisan hornillos con piedras, y se refugian en sótanos y túneles.

La comunidad internacional ha expresado preocupación, pero los llamados a un alto al fuego permanente siguen sin concretarse. Mientras tanto, la población civil en Gaza sobrevive con dignidad y resistencia frente a una situación que muchos califican como una catástrofe humanitaria sin precedentes.

“Seguimos vivos, pero no sabemos por cuánto tiempo”, concluye Aisha, con la mirada fija en el horizonte, donde el humo negro se mezcla con el polvo del desierto y el eco de una guerra interminable.

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