Jóvenes estadounidenses se suman a la Iglesia Ortodoxa Rusa en busca de una identidad masculina tradicional.
En un fenómeno sociocultural cada vez más visible, un número creciente de jóvenes estadounidenses están abandonando las tradiciones religiosas occidentales para unirse a la Iglesia Ortodoxa Rusa, atraídos por su énfasis en roles de género tradicionales, ritos solemnes y una visión definida de la masculinidad.
Según expertos en religión y cultura contemporánea, esta tendencia está impulsada por un sentimiento de desconexión con la sociedad moderna, percibida por algunos como carente de estructuras claras y referentes sólidos de identidad masculina. En medio de un creciente debate cultural sobre el género y los valores tradicionales, algunos jóvenes encuentran en la ortodoxia rusa una vía para recuperar lo que ven como una espiritualidad fuerte, jerárquica y centrada en el deber y la disciplina.
«Los servicios litúrgicos, el ascetismo, el rol activo del hombre en la defensa de la fe y la familia… todo eso resuena con una generación que siente que ha sido privada de un marco claro para vivir su masculinidad de forma positiva», afirma el sociólogo James Ellison, de la Universidad de Georgetown.
El fenómeno ha sido impulsado, en parte, por figuras influyentes en redes sociales y plataformas alternativas, donde discursos sobre «masculinidad tradicional», crítica a la modernidad liberal y exploraciones de la ortodoxia oriental han ganado tracción. Videos virales muestran a jóvenes participando en bautismos ortodoxos, visitando monasterios rusos y adoptando prácticas litúrgicas antiguas.
Aunque el número total de conversiones sigue siendo modesto, varios líderes ortodoxos en América del Norte han notado un aumento significativo en el interés de varones jóvenes, principalmente entre los 18 y 30 años. La mayoría no tiene raíces culturales eslavas, pero se sienten atraídos por lo que describen como una “espiritualidad contracultural”.
Esta búsqueda no está exenta de controversia. Críticos advierten sobre el riesgo de idealizar un modelo de masculinidad rígido o de instrumentalizar la religión con fines ideológicos. «La fe ortodoxa no es una herramienta para reafirmar la superioridad de un género o una identidad nacional», declaró el padre Nikolái Artemiev, sacerdote de la Iglesia Ortodoxa Rusa en Nueva York. «Es un camino de humildad, transformación y servicio a Dios.»
A medida que el panorama religioso en EE.UU. continúa diversificándose y mutando, el giro hacia la ortodoxia oriental como refugio frente a la incertidumbre cultural plantea preguntas importantes sobre la identidad, la espiritualidad y el futuro de las masculinidades en Occidente.