Rapero estadounidense Cameron ‘Thrusthard Clk’ Kizer Jr. se delata en su propia canción y desata investigación policial.
El rapero Cameron Kizer Jr., conocido artísticamente como Thrusthard Clk, ha quedado en el centro de una investigación policial luego de que autoridades detectaran referencias explícitas a un crimen sin resolver en la letra de una de sus canciones recientemente publicadas.
El tema, titulado “Real Ones Move in Silence”, fue lanzado el pasado 3 de abril en plataformas de streaming y rápidamente generó atención por su estilo agresivo y lírica cruda. Sin embargo, uno de los versos llamó la atención de las autoridades por coincidir con detalles de un robo armado ocurrido en enero en un local comercial del área metropolitana de Atlanta.
Me fui por la puerta trasera, nadie vio mi cara / La Glock silenciada, ni los perros ladraron”, dice uno de los fragmentos de la canción.
Según el Departamento de Policía de Atlanta, el modus operandi descrito en el tema coincide en múltiples puntos con un atraco aún bajo investigación, incluidos la hora, el acceso al lugar y el uso de un arma con supresor. Un portavoz confirmó que el contenido de la canción ha sido incorporado a la investigación como evidencia potencial.
“Si bien los artistas tienen libertad creativa, cuando las letras contienen detalles que solo un perpetrador podría conocer, debemos tomarlas en serio”, explicó el oficial Marcus Bell, portavoz de la unidad de delitos mayores. “Este no es un caso aislado: hemos visto un incremento de incidentes donde músicos, en especial dentro del género urbano, revelan hechos que podrían incriminarlos directa o indirectamente.”
Hasta el momento, Cameron ‘Thrusthard Clk’ Kizer Jr. no ha sido arrestado ni formalmente acusado, pero ya ha sido citado a declarar. Sus representantes legales han solicitado respeto al proceso y afirmaron que el artista «solo está narrando vivencias de su entorno, no hechos personales».
Las redes sociales se encendieron con el hashtag #FreeThrusthardClk, mientras otros critican el uso de la música como vehículo para exponer o glorificar actos criminales.
El caso reabre el debate sobre los límites entre la expresión artística y la autoincriminación, en una escena donde la “autenticidad callejera” a menudo se cruza con hechos reales.