El insomnio cotidiano: por qué a Juan Pérez le cuesta dormir cada noche.
Estrés, uso excesivo de pantallas y preocupaciones diarias figuran entre las posibles causas del insomnio que afecta a miles, incluyendo a este ciudadano promedio.
Cada noche, cuando el reloj marca las 11, Juan Pérez (nombre ficticio para preservar su privacidad) se acuesta con la esperanza de conciliar el sueño rápidamente. Sin embargo, las horas pasan y el descanso no llega. Lo que parece un problema menor se ha convertido en una rutina frustrante: darle vueltas a la almohada mientras el cuerpo pide reposo y la mente se resiste.
«Apago la luz, me acuesto y cierro los ojos… pero mi cabeza no para», explica Juan. «Pienso en lo que hice, en lo que no hice, en lo que vendrá mañana. Y si miro el celular, ya sé que perdí otra hora».
Expertos en salud del sueño advierten que este fenómeno, conocido como insomnio inicial, afecta a una parte significativa de la población. Las causas van desde factores psicológicos —como la ansiedad y el estrés laboral— hasta hábitos cotidianos como el uso prolongado de dispositivos electrónicos antes de dormir o la falta de una rutina relajante al final del día.
«El cuerpo necesita señales claras para prepararse para el sueño», explica la doctora Laura Rivas, especialista en medicina del sueño. «La luz azul de las pantallas, el consumo de cafeína o el exceso de estímulos mentales antes de dormir pueden alterar ese proceso natural».
Juan ha intentado de todo: desde infusiones de hierbas hasta aplicaciones de meditación guiada. Algunas noches son mejores que otras, pero el problema persiste. «No es solo estar cansado al día siguiente», dice. «Es sentir que no tengo control sobre algo tan básico como dormir».
El caso de Juan es reflejo de una sociedad que vive acelerada, hiperconectada y constantemente preocupada. Y aunque el insomnio no siempre tiene una solución rápida, identificar sus causas es el primer paso hacia el descanso.